Al leer se activan las áreas del cerebro relacionadas con la visión, la comprensión semántica y la simulación sensorial. Además se comprobó que reduce la ansiedad y mejora la calidad del sueño. Según una encuesta nacional, en Argentina, la mitad de la población lee libros en sus distintos formatos.

Un estudio publicado la semana pasada en la revista iScience asegura que la lectura se ha desplomado un 40% en los últimos 20 años. La lectura lleva disminuyendo desde la década de 1940, pero los investigadores calificaron de “sorprendente” la magnitud de este último descalabro, superior al 3% anual. Especialmente porque el estudio definía la lectura de forma amplia, incluyendo libros, revistas y periódicos en formato impreso, electrónico o audio. Jill Sonke, coautora del estudio y profesora de Política Cultural en la Universidad de Stanford, sugiere algunas posibles explicaciones. “Puede que se deba al aumento del uso de las redes sociales y otras tecnologías, o al mayor tiempo dedicado al trabajo debido a la presión económica”, explica. En resumen: el celular y el trabajo mataron al libro. Y esto es un mal negocio, avisa Sonke, pues leer “puede mejorar la salud y el bienestar”, algo que difícilmente se puede conseguir pasando la tarde en la oficina o escroleando TikTok.

Llegados a este punto hay que aclarar dos detalles sobre el estudio. El primero es que los datos son de Estados Unidos, así que hay que ser muy precavido a la hora de extrapolar las conclusiones a otros países, avisa la autora. En España, la encuesta que hizo 40dB el año pasado decía que el 35% de la gente leía todos los días. Es más del doble que la cifra que da el estudio estadounidense: un magro 16%. Pero el segundo detalle que hay que destacar tampoco es menor. En la mayoría de análisis sobre lectura se pregunta directamente a los encuestados si leen libros, y estos tienden a dar una versión edulcorada de sí mismos. Todos leemos más en nuestra cabeza que en nuestra vida. El análisis de la doctora Sonke es especialmente fiable porque se basó en datos de la Encuesta Americana sobre el Uso del Tiempo, que cada año, durante 20, pidió a 236.000 estadounidenses que describieran en detalle en qué habían invertido su tiempo el día anterior. “De este modo, se reduce el sesgo de recuerdo”, señala Sonke.

En Argentina, la Encuesta Nacional de Consumos Culturales 2022 dio a conocer que la mitad de la población lee libros, el papel es el formato más elegido, narrativa, historia y libros escolares son los géneros más leídos y la mayoría de los lectores lee para entretenerse. Adolescentes y jóvenes (13-29 años) son los grupos más lectores. Estos rangos etarios coinciden con los de la educación formal y los géneros más leídos se corresponden con áreas de interés/incumbencia educativa (narrativa, textos escolares, libros de Historia, pero también cómics o novelas gráficas y poesía).

Leer como hábito saludable

En este punto debemos preguntarnos: ¿Son los libros un vehículo cultural más prestigioso que otros o de verdad leer puede tener algún efecto positivo en la salud? “No solemos pensar en la lectura como un hábito saludable, pero lo es”, señala Sonke. “Igual que hacemos ejercicio o cuidamos nuestra alimentación, leer puede ayudarnos a mejorar nuestra salud”.

La evidencia de esta afirmación es limitada, pero prometedora. Una revisión de cinco estudios publicada en 2023 en la revista PLOS One llegó a la conclusión de que leer ficción puede influir positivamente en el estado de ánimo y el bienestar, resaltando que los beneficios emergen sobre todo cuando hay reflexión y discusión. En ese sentido, los clubs de lectura se convertirían en una receta perfecta, al combinar esta reflexión con conexiones sociales.

Otro estudio, publicado un año más tarde en esa misma revista, constató cómo la lectura redujo la ansiedad, mejoró la calidad del sueño y la satisfacción vital en un grupo de 2.800 estudiantes. Pero el efecto más beneficioso podría ser su elección frente a otras formas de ocio, especialmente las digitales, que han demostrado de forma robusta tener efectos perjudiciales en la salud mental.

Leer no es algo natural: el cerebro tiene que hacer cierto esfuerzo para transformar unos trazos en letras, estas en palabras, darles un significado y combinarlas hasta crear una trama compleja y emocional. Leer, en el fondo, es fijarse en unos extraños símbolos hasta alucinar. Durante este proceso se activan las áreas del cerebro relacionadas con la visión, la comprensión semántica y la simulación sensorial. Salgaro lo explica de una forma más poética. “Según Umberto Eco, los textos literarios son mecanismos perezosos, lo que significa que la lectura requiere la participación activa del lector. Un texto literario contiene muchos elementos no verbalizados, los llamados espacios en blanco, que el lector debe llenar con su imaginación. Mediante esta actividad creativa, cada lector da vida a los personajes, imaginando sus rostros, voces, colores y atmósferas de una manera única, según sus propias experiencias y sensibilidades.

Hay quien dice que leer ficción también podría hacernos más empáticos. A pesar de ser un acto solitario por definición, un buen libro nos pone en la piel de un personaje del que conocemos hasta sus pensamientos más íntimos.

Hay menos dudas a la hora de concluir que leer, en general, nos hace más cultos. Distintos estudios de contenido han demostrado que hay más riqueza lingüística en un libro ilustrado para niños que en todos los corpus orales corrientes: conversaciones entre adultos, películas, programas de televisión… Esto significa que la exposición a la palabra escrita es la única manera de desarrollar un lenguaje avanzado, básico para construir pensamientos complejos.

La lectura ofrece muchos beneficios, pero no se debería reducir a una actividad productiva de la que extraer activos o conocimientos. Una de las cosas que pasan cuando estás leyendo un libro durante horas es que estás centrado en una historia durante horas. No buscas llegar al final para obtener nada, solo disfrutas del proceso sabiendo que este puede llevar días o semanas. Y eso, en el mundo acelerado y dopamínico en el que vivimos, es una rareza. Decía Carl Sagan que los libros nos permiten viajar en el tiempo y aprovechar la sabiduría de nuestros antepasados. Conectar de una forma íntima con gente que no hemos conocido jamás, de las que nos separan siglos, kilómetros y culturas. Y es cierto, los libros nos permiten conectar con otros, pero quizá lo más importante es que nos hacen conectar con nosotros mismos.

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